Acta

 
 
    De la primera reunión de empresarios de la ciudad de Elche convocados a instancias de Sixto Marco Marco a las 20’30 h. del día 22 de febrero de 1990 en las dependencias del Museo de Arte Contemporáneo con la finalidad de debatir el propósito de impulsar la creación de un Museo de la Industria.
 
    Con la asistencia de Joaquín Pérez Gómez, José Quiles Parreño, Luís Torres Fenoll, Luís Marco Vidal, Roque Sepulcre Sánchez, Juan Oncina Pastor, Emilio Cano Cerdán, Ismael Quesada Chinchilla, Francisco Vicente López, José Martínez Adsuar “Pinet”, representaciones de Manuel Martínez Valero, Pedro Miralles Román y Rafael Bernabeu Moya; la presencia como testigos del acto de Patricio Falcó Pérez y Miguel Ors Montenegro; y Francisca Rodenas Mirón en representación del Excmo. Ayuntamiento, se trató un único punto a cargo de Sixto Marco que tuvo como exclusiva finalidad la de manifestar en una reflexión ante los protagonistas de los motores mercantiles e industriales de la ciudad la preocupación por la probable pérdida de la memoria industrial y de los signos de identificación evolutiva de la industria ilicitana en su historia más reciente.
 
    Es una constatación el carácter dinamizador y de legítima aspiración empresarial que las gentes de Elche siempre han demostrado, convirtiendo con su trabajo un entorno más bien adverso y poco favorable por sus condiciones naturales en un centro modélico de crecimiento, de generación de riqueza y de progreso.
 
    Pero, al mismo tiempo, no es menos cierta la constatación de una lamentable indolencia hacia la conservación de todas aquellas cosas relativas a la superestructura y a la expresión definidora que tenemos como pueblo en un sentido más teórico, no tan material. Indolencia que contrasta contradictoriamente con la estima probadamente declarada en cualquier manifestación de ilicitanismo autóctono por parte de todo aquel que se considera hijo de Elche.
 
    La certeza de la aparición de la joya documental de los Altamira en manos privadas de algún coleccionista londinense; la misteriosa desaparición de consuetas de la Festa; la posesión de una de las cruces románicas de término por parte de un particular; el progresivo deterioro (por deliberado abandono y por irresponsable desprotección) de las pocas muestras de edificación histórica y monumental que nos quedan, por poner algunos casos, junto a la convicción del celo y de la defensa a ultranza que otras comunidades -que no son ni mejores ni peores que la nuestra- han mostrado por su ciudad, han movido al ponente a expresar en voz alta su inquietud
 
    Tenemos cien años de historia del calzado y no sabemos cómo nos llamamos. Quizá si no nos apresuramos pronto será tarde. Ni es digno ni es bueno olvidar el primer eslabón de la cadena: el origen discreto y modesto de nuestros antepasados. El sofisticado y poderoso empresario actual tiene su fundamento -que nadie sienta vergüenza- en nuestros humildes costureros, en nuestros padres alpargateros. Nuestro venturoso expansionismo industrial y mercantil no se explica sin aquel esfuerzo que si no se muestra nadie lo recordará. Quizá los hijos de nuestros hijos lo querrán saber también.
 
    El empresario de Elche no es -como algunos han querido hacer creer- un colectivo de filisteos obsesionado sólo por sus cuentas corrientes. No está ni más ni menos dotado de la sensibilidad que se le supone a cualquier otro colectivo de cualquier otra actividad. Quizá sus múltiples ocupaciones, junto al natural recelo que se deriva del espíritu inversor y cauteloso del negociante, haga necesaria la intervención de una mano conductora que trace los caminos iniciales de la reconstrucción de su propia historia. Todos estamos implicados.
 
    A tal efecto, sería un gesto de coherencia con las más mínimas normas de autorespeto como herederos de nuestra anterioridad -al mismo tiempo que sería la legítima expresión de un justificado orgullo por el presente ganado- la creación de un espacio donde quedara manifiesta toda la trayectoria realizada a través del tiempo por un pueblo emprendedor del cual se tiene permanentemente la tentación -la triste tentación- de afirmar que en muy pocas ocasiones ha tenido padres protectores. Necesitamos la autoconvicción de que Elche no es, como casi todas las ciudades que han experimentado un enriquecimiento acelerado, un pueblo indiferente, insolidario e individualista. Tenemos siglos de historia; siglos de sabia y paciente construcción; siglos, como ha dicho un empresario ilicitano, de constante aspiración a mejorar y de creativa adaptación a los cambios; siglos de dignísima fidelidad. Y nosotros, ahora, los que vivimos, somos los continuadores.
 
    Después de expresadas diversas opiniones todas orientadas a felicitarse por la oportunidad de la iniciativa y después de expresar positivos esperanzadores deseos, se levanto la sesión con el firme propósito de nuevas convocatorias que supongan en un futuro no demasiado lejano la materialización de tan bien acogido proyecto, cuando eran las 22’30 h. del día anteriormente indicado.
 
Elche, 23 de febrero de 1990